Al hablar del “tercer cine” o “cine de tercer mundo”
nos referimos al cine realizado en los
países tercermundistas y con un estilo único en lo que respecta al cine el cual
se explicará más adelante.
Fue el periodista francés Alfred Sauvy quien
acuñó el término «Tercer Mundo», en los años cincuenta haciendo referencia al “tercer
estado” revolucionario de Francia (los plebeyos) frente a la nobleza y el clero,
cosa que lógicamente se la hace paralelismo a la existencia de tres esferas
geopolíticas: un Primer Mundo capitalista (nobleza); un Segundo Mundo (clero);
y por último un Tercer Mundo (plebeyos). Por ende, al tener una determinación
geopolítica toda expresión cultural (cine) será denominado de la misma forma.
Una gran
influencia para el tercer cine fue el neorrealismo italiano por varios
factores; primero fue un proceso facilitado por la inmigración italiana pero
también por grandes similitudes entre las situaciones sociales de Italia y de
Latinoamérica. La geografía social de Italia, dividida en un Norte rico y un
Sur pobre, reproducía con sorprendente exactitud a la situación mundial. El
neorrealismo italiano buscaba la representación de la realidad debido a que es un
movimiento post-guerra y debían trabajar con lo poco que tenían a la mano, cosa
que calza perfectamente con nosotros, debido a que se acostumbró a hacer un
cine con las uñas y se pudo lograr la representación de nuestro color y características
ante el mundo.
Ahora bien, este cine tercermundista quiere alejarse de los
estilos dominantes impuestos (cine de primer mundo) por lo que siguió el camino
de crear un estilo propio, el cual está lleno de reflejar la realidad que se
vive, desde lo divertido y sabroso de nuestra cultura hasta la miseria y peores
momentos de nuestras calles, dicho cine documental se llenó de desgracia,
indigencia y pobreza, reafirmando nuestra posición tercermundista ante las
otras dos esferas geopolíticas.
En 1947, el
crítico de cine brasileño Benedito Duarte expresó en el Estado de Sao Paulo la admiración que sentía por el modo
en que los cineastas italianos habían creado una “estética de la pobreza”,
empleando técnicas documentales y equipos ligeros para crear un cine
técnicamente pobre pero imaginativamente rico. En 1955, Walfredo Pinera se
preguntaba en la revista cubana Cine-Guía: “¿Por qué íbamos a querer
estudios gigantescos cuando las películas más famosas del mundo se están
haciendo en la calle?”.
Glauber Rocha en su ensayo de 1965, «Estética del hambre» (que también recibió el
título de «Estética de la violencia»), reclamaba un cine «hambriento» de
«películas tristes y feas», películas que no sólo trata el tema del hambre sino
que a además fuesen «hambrientas» en sus empobrecidos medios de producción. La originalidad de Latinoamérica, para Rocha,
era su hambre, y la más noble manifestación cultural del hambre era la
violencia. Todo lo que se necesitaba, como rezaba el eslogan, era «una cámara
en la mano y una idea en la cabeza».
Con el paso del
tiempo y del pensamiento Latinoamérica se decidió quedar con el tema pobre y “hambriente”.
No es el hecho de poder o no hacer cine sino de encasillar nosotros mismos al
cine tercermundista, esto significa que se sigue alimentando el cliché que
tienen las dos esferas geopolíticas sobre los tercermundistas, no se sale del
área del confort y es más fácil quedarse en lo pobre y supuestamente original.
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Stam, Robert. Teorías del cine. “Cine y teoría en el Tercer Mundo”. pp.115-124
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